La Imposición Histórica del Petróleo como Fuente Energética

Lo Último en Curas Milagrosas

Corbett Report (22/06/2011)

 
El típico transeúnte del siglo XIX, vendedor de supuestas curas milagrosas - aceite de serpiente [1] - es una imagen de lo más familiar en la cultura americana a día de hoy. Es la representación estereotipada del cruel vendedor callejero, que se aprovecha de la buena fe de la gente para estafarles y quedarse con todos los ahorros provenientes de su duro trabajo. Simplemente con una botella de inútil brebaje y la ayuda de un señuelo entre el público, el charlatán se ganaba la vida a base de mentiras y engaños.

Dentro de esta representación estereotipada podemos encontrarnos a William Levingston, el vendedor de aceite de serpiente por antonomasia. Se vendía a sí mismo como ''Dr. Bill Levingston, Prestigioso Especialista en Cáncer'', a pesar de no ser ni doctor, ni prestigioso, ni especialista en cáncer. Empedernido tramposo y mentiroso, abandonó su primera esposa y seis hijos para comenzar un matrimonio bígamo en Canadá, al mismo tiempo que tenía dos hijos más con una tercera mujer. Como buen vendedor de humo que era, poseía un brebaje curalotodo con el que poder llenar sus bolsillos. Lo llamaba ''Rock Oil'' y cobraba 20 dólares por botella, equivalente a dos meses de sueldo para el trabajador medio de la época. Asegurando que podía curar hasta el cáncer más mortífero, siempre acababa encontrando almas desesperadas en cada pueblo a las que poder encasquetar una botella. Según la cultura general, ''Rock Oil'' no era más que una mezcla de laxante y petróleo, que no tenía el más mínimo efecto en el pobre habitante del pueblo.

De todos modos, Dr. Bill no tenía porqué preocuparse de las consecuencias cuando sus clientes se habían percatado del fraude. Nunca permanecía en el mismo lugar durante mucho tiempo.

En efecto, William Levingston era el típico vendedor ambulante de poca monta, que no sentía ningún tipo de remordimiento en abalanzarse sobre el débil o el inocente a la hora de perseguir riqueza y poder. Sin embargo, había algo en él que lo hacía distinguirse del resto. Su verdadero nombre no era Levingston. Ese nombre era una falsa identidad que había adoptado tras haber sido acusado por violar a una joven en Cayuga en 1849. Su auténtico nombre era William Avery Rockefeller (1810-1906), padre de John D. Rockefeller, fundador de la infame dinastía Rockefeller.

Las fuentes históricas oficiales de la familia Rockefeller, muchas de ellas supervisadas y aprobadas por los mismos Rockefeller, o producidas por canales de televisión oficiales controlados y dirigidos por miembros de la familia, menosprecian la importancia que esta dinastía tuvo a la hora de comercializar sus milagrosos productos.

John D. Rockefeller (1839-1937) es considerado la cara opuesta de su padre. Devoto y diligente, generoso y filántropo, cuando su padre había sido despreocupado y perezoso, egoísta y ambicioso. Sin embargo, John D. aprendió mucho de su progenitor. Como se suele decir, ''de tal palo, tal astilla.'' ''Devil Bill'', apodo por el cual ''El Prestigioso Dr. Bill Levingston'' era también conocido, alardeó en cierta ocasión: ''Engaño a mis chicos en cuanto tengo la oportunidad, quiero que espabilen.'' El joven Rockefeller aprendió bien la lección, mostrando una inteligencia, sagacidad y madurez impropias de su edad. Tomando a su padre como modelo, aprendió a mentir, a engañar, y a salirse con la suya, atributos que le fueron de enorme ayuda a la hora de convertirse en uno de los hombres más ricos que el mundo jamás ha presenciado.

Al igual que su padre, John Davison Rockefeller amasó fortuna lanzando un nuevo tipo de aceite de serpiente. A principios de la década de 1860 construyó una refinería petrolífera con algunos de sus socios en Cleveland. En 1880, Standard Oil refinaba el 90% del petróleo en América gracias a los sucios métodos empleados por John D.: engaños, competición desleal y tratos encubiertos con los magnates ferroviarios. Dotado de una agudeza y picardía propias del astuto trilero, Rockefeller llegó a ser inimaginablemente rico al ejercer un control implacable sobre la industria petrolífera.

En aquel entonces el petróleo era refinado y convertido en queroseno como combustible para la iluminación. Podía encontrarse en abundancia prácticamente en cualquier parte, con perspectivas a convertirse en un rentable monopolio. Lamentablemente, no gozaba de una posición centralizada en la sociedad americana. De hecho, la invención de la bombilla en 1878 y su introducción en los hogares amenazaba dicho monopolio. Fue únicamente la invención y producción masiva de vehículos autopropulsados por motor de combustión interna - motor de gasolina - lo que hizo posible que el petróleo se convirtiera en el eje central de la sociedad americana, el producto estrella del siglo XX - el nuevo aceite de serpiente - .

En muchos sentidos, a principios del siglo XX los Estados Unidos eran más bien un ideal que una realidad. Los estados estaban separados por enormes distancias, y los trayectos para atravesar el continente eran todavía considerados una ardua proposición. El ferrocarril, la única opción sensata para atravesar las vastas extensiones de praderas en un tiempo razonable, permitió finalmente interconectar esas enormes distancias.

De la misma manera, la aceptación generalizada del vehículo autopropulsado en detrimento del carruaje de caballos significaba que, desde ese momento en adelante, el automóvil también se convertiría en uno de los pilares centrales de la sociedad norteamericana. Fueron los titanes del petróleo, como los Rockefeller, quienes supieron sacar provecho de esa situación.

En nuestros tiempos, sería muy difícil imaginar una nación industrializada sin petróleo. Conducimos coches que dependen de combustibles derivados del petróleo, que circulan con ruedas derivadas del petróleo, para así poder ir a la tienda y comprar bienes cuyos embalajes están formados por plástico derivado del petróleo. El imperio farmacéutico lo utiliza como elemento base para la creación de numerosos medicamentos; las multinacionales agraria y ganadera dependen de éste para la creación de fertilizantes y aditivos.

Curiosamente, lo que nunca es minuciosamente investigado en la historia y medios de comunicación oficiales son las posibles alternativas al petróleo, las cuales han sido sistemáticamente censuradas por estos colosos y sus títeres, ubicados en posiciones de poder político y comprados por los grupos de presión en Washington.

En 1925, Henry Ford declaró al New York Times: ''El combustible del futuro provendrá de los frutos, como ese zumaque que florece en la carretera, o de las manzanas, hierbas, serrín...prácticamente cualquier cosa. Existe combustible en cada pedacito de materia vegetal que pueda ser fermentada.''

Estas palabras no eran un mero sueño fantasioso. El vehículo modelo T podía funcionar con etanol o gasolina. En 1941 Ford creó un vehículo que funcionaba con etanol proveniente de la celulosa del cañamo. Desafortunadamente, el sueño de una resurrección agraria como alternativa al petróleo fue aplastado rápidamente por la industria petrolífera, convirtiéndose la gasolina en el combustible estándar que permitiría a los magnates preservar sus desorbitadas fortunas.

Por descontado, para asegurar que los coches se convirtieran en los reyes de la carretera, una transformación del sistema de transporte público debía ejecutarse en las principales ciudades norteamericanas. General Motors, Firestone Tire y Philips Petroleum, junto con Standard Oil de Rockefeller en la cúspide, formaron una empresa conjunta para comprar y desmantelar por completo los sistemas de tranvía de cuarenta y cinco ciudades, incluyendo Nueva York, Detroit, St. Louis y los Ángeles. De forma similar, el sueño del coche eléctrico fue aplastado y desechado por la industria petrolífera, centrando todas sus energías en eliminar cualquier tipo de competición.

A principios del siglo XX parecía mucho más probable que los coches eléctricos se convertirían en la norma. Comprendían un 28% de los coches en Estados Unidos en 1900. No requerían de ningún cambio de marcha o manivela, ni emitían las vibraciones, olor o ruido característicos de los coches impulsados por gasolina. A todo esto se le añadía su relativamente bajo coste. No obstante, el mayor rango de coches impulsados por gas, el descubrimiento de crudo en Texas en grandes cantidades y a bajo coste, más la producción masiva de vehículos por motor de combustión, hizo posible que el coche eléctrico, así como su independencia de la industria petrolífera, nunca se convirtiese en la norma.

Experimentos que prometían encontrar fuentes de energía revolucionarias han sido también ridiculizados, ignorados o comprados por los militares para ser finalmente suprimidos. Y es que el presente paradigma de una sociedad estructurada alrededor de una fuente de energía tan difícil de obtener es exactamente lo que el propio sistema necesita para mantener a la gente esclava. Esa es la siniestra trampa del timador moderno. No solamente intentan vendernos sus falsas curas para el cáncer, sino que también nos ofrecen el propio cáncer, el cáncer de la total dependencia en su sistema, sus fuentes energéticas, sus corporaciones, etc. Esta ha sido la artimaña por la cual John D., la dinastía Rockefeller, y todos sus secuaces pasaron de ser cuatro vendedores de brebajes milagrosos a convertirse en billonarios señores de nuestra realidad económica.

Indudablemente, William Avery Rockefeller se sentiría orgulloso de ver como su legado ha acabado influenciando nuestra sociedad.

Pero hay algo que los estafadores modernos de hoy en día - banqueros, titanes del petróleo, multinacionales, globalistas y sus súbditos en posiciones de poder político - temen constantemente. Es el mismo temor que ha inquietado el corazón de cada impostor que vendía aceite de serpiente. El temor de que el público acabe dándose cuenta del fraude, de que el show que han montado no es más que puro teatro y acaben expulsándolos definitivamente del pueblo.

Referencias

[1] El término ''aceite de serpiente'' - en inglés ''snake oil'' - puede referirse a una medicina tradicional china, utilizada para curar hinchazones o dolores articulares. Sin embargo, en la cultura estadounidense ha adquirido un significado negativo, refiriéndose a todo producto cuyas características o propiedades son vendidas al público de forma exagerada o fraudulenta. Una expresión equivalente sería ''dar gato por liebre''.

Link del video original: https://www.youtube.com/watch?v=xat9xSos_7g

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